Los furtivos Juan Grabois*

22 de Febrero de 2015 en http://sur.infonews.com/nota/10599/los-furtivos

Economía popular

Los furtivos

Antes del surgimiento del capitalismo en Europa, cuando la nobleza feudal oprimía a un campesinado hambreado por las recurrentes crisis alimentarias medievales, existía una práctica que reunía componentes de resistencia económica y protesta social: la caza furtiva. En aquel entonces, la fauna silvestre, en particular ciervos y jabalíes, constituía un recurso vital frente a una producción campesina jaqueada por la roturación excesiva, el sobrepastoreo y los tributos sofocantes. La mera sospecha de furtivismo estaba penada con la muerte. Ingresar a la reserva real y traerse un ciervo al hombro era una proeza del pueblo pobre, un desafío al poder que inspiró baladas folklóricas en todo el mundo feudal. Robin Hood fue, ante todo, un furtivo. Lo proscribieron por cazar en las tierras del rey y forzaron así la fundación de la “alegre compañía”, una organización dedicada a robarles a los ricos y repartir entre los pobres. Como tantos mitos, la historia del ladrón-justiciero refleja una práctica social generalizada de los sectores subalternos que no pudieron acallar.

El furtivismo también abarcaba prácticas como la pesca y la recolección de leña. Su criminalización fue lo que abrió los ojos de Karl Marx sobre el carácter clasista del Estado burgués. Consideró que “una vez votado el artículo [que agrava las penas por la recolección furtiva de leña], una masa de seres humanos sin intenciones delictivas será entregada como leña seca al infierno del crimen, la infamia y la miseria”. Cualquier parecido con la economía popular no es pura coincidencia.
Hoy, aquí, el problema sigue existiendo. Miles de argentinos cazan y pescan para comer; se calientan o cocinan con leña “hurtada” porque, increíblemente, en los pagos de Vaca Muerta y la Hidroeléctrica Chocón, todavía hay miles que no acceden al gas ni a la electricidad. También son perseguidos, encarcelados y aun asesinados por la osadía de satisfacer necesidades básicas con los frutos de la naturaleza.
El ciervo, por ejemplo, es un recurso en disputa en toda la Patagonia. Se trata de un animal silvestre, sin dueño, circula libremente; sin embargo, su aprovechamiento es un nicho exclusivo de los estancieros y sólo vuelve al pueblo a través de la caza furtiva. Los primeros ejemplares ingresaron al país para guarecer el coto de caza San Huberto, fundado por el terrateniente Pedro Luro en la estancia pampeana de 23 mil hectáreas que su esposa Arminda Roca recibió en el marco de la nefasta Ley de Premios, que estructuró la Argentina oligárquica a partir del reparto de las tierras apropiadas durante la infame Conquista del Desierto.
Esta “tradición deportiva” continúa hasta nuestros días. Los cotos de caza se multiplicaron y un puñado de estancieros controla un negocio multimillonario que se desarrolla en la más absoluta furtividad impositiva, laboral y sanitaria. Millares de turistas acaudalados llegan desde los más recónditos lugares de la Tierra para matar a los animalitos, cortarles las astas y regalarles a caranchos y zorros el manjar de una carne magra y proteica que podría alimentar a miles de pibes.
Para peor, a pesar de la superpoblación de ciervos y de que la caza furtiva no constituye delito de cuatrerismo –porque el animal silvestre no tiene dueño–, cualquiera que se atreva acercárseles sin pagar el canon dolarizado se expone a recibir un tiro del ejército de matones, policías y guardafaunas a sueldo que garantizan el monopolio de la actividad. Es que el valor “trofeo” se mide por la cantidad de puntas de los cuernos. Si algún furtivo mata por accidente a un animal de 14 puntas, el estanciero se pierde varios miles de dólares. Y por la noche es difícil distinguir.
El furtivismo ya dejó varios muertos, decenas de heridos y cientos de detenidos. El pescador Cristian González, por ejemplo, fue vilmente asesinado en la zona del lago Lolog por desafiar los alambrados ilegales que vedan el libre acceso a las costas de ríos y lagos. Los cazadores tienen la costumbre de mantener la linterna alejada del cuerpo durante las recorridas para evitar las frecuentes balas de quienes valoran más una cornamenta que la vida humana.
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) impulsa un reordenamiento social de la caza, pesca y recolección de mera subsistencia, erradicando cualquier forma de criminalización. Reclama también un estricto control sobre la explotación comercial de dichas actividades. Pretende equilibrar la balanza, lograr que los bienes comunes, los recursos que brotan de la tierra, se destinen de manera prioritaria y sustentable a la creación de trabajo digno e ingresos suficientes para los más pobres. En una sociedad desigual, los necesitados tienen un derecho superior sobre los medios de subsistencia naturales que, por ahora, no han logrado privatizar.
En ese camino, en Junín de los Andes, va a inaugurarse el primer depostadero popular de ciervos, gestionado por sus trabajadores, organizados en una cooperativa. La CTEP exige que los cotos de caza entreguen la totalidad de la carne que hoy se desecha para su distribución gratuita en escuelas públicas y comedores comunitarios (el técnico Jonathan Uribe, referente zonal de la Secretaría de Agricultura Familiar y promotor del proyecto, estima que podrían recuperarse no menos de 80.000 kilos de carne anualmente). Asimismo, reclama un cupo social de caza para autoabastecimiento destinado a los trabajadores de la actividad condenados a la furtividad. Son pasos hacia una regulación más justa, que restrinja los abusos de los poderosos y contemple los derechos de los postergados.
La caza furtiva es un ejemplo paradigmático de economía popular en su estado puro, que reverdece cuando hay hambre y desempleo y el trabajo queda totalmente desprotegido. Esa “furtividad” no se agota en las zonas semirrurales. Muchos trabajadores de las ciudades son verdaderos “furtivos” urbanos, como cartoneros, carreros, trapitos, limpiavidrios o manteros perseguidos por “salir a cazar” ese peso que saltó el alambre del mercado formal y se mueve por los territorios comunes de la ciudad: calles, plazas, esquinas, basurales.

*Referente de la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)

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